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Poemas Inéditos

de Marc García Arnau

La paz

La paz que otorga la altura

la paz de dios

si abajo el mundo tintinea

la paz del camposanto

y de la sepultura

la de la vista clara

la ciencia de la paz

– que es la paciencia –.

La paz del libro

la del trabajo gustoso

la del verso que va abriéndose camino

la paz que desarbola la conciencia

la paz de los abrazos generosos

la paz de la guitarra de un amigo.

Para acabar con esta guerra

todas esas paces necesito.

Callad

Callad para escuchar el mundo

que en el fondo del corazón retumba

donde la verdad palpita

la pared de la impostura se derrumba

y, aún de noche,

se pueden ver los ojos de la vida.

Recelad de la noción de lo imposible

abrid el cerrojo del alma

aunque el lenguaje nos duela

tomad el aire donde germina la grana

y decid palabras

como ángeles que vuelan.

Añadir texto de párrafo aquí.

El fin del mundo

Mañana terminará el mundo

- ha sido escrito -

con sangre sobre el quitamiedos,

desde la barandilla de un balcón hipotecado,

por una rebelión de leucocitos

o con la navaja de un yanotequiero.

Terminará - en efecto -

durante el prólogo de los eruditos,

con el bofetón de un novalesnada,

por las traiciones de la ley a la justicia,

tiritando sobre un banco del paseo.

El mundo termina cada día

a pedradas contra la alambrada,

en las mallas que revocan

la libertad de los delfines,

cuando se cruza un corazón

en el trayecto de una bala.

Mañana terminará todo

- es ley de mundo -

para los hombres con manos de nieve,

para los niños de madera,

mientras su memoria se desvanece

y, del otro lado,

suenan a pedorreta los discursos.

Amar

Amar es ser,

al mismo tiempo,

enladrillador y escombro,

matrona y sepulturero.

El amor,

igual que el fuego,

tiene un destino de ceniza.

Amo; y me arranco una mujer

de todo el cuerpo.

Ganas de decir

Ganas de decir y de decir,

de comprimir el aire

hasta el dolor de oído,

de que mi voz

ocupe los vacíos

para desalojar la soledad.

Ganas de decir y trabajar

la geometría de las almas,

igual que el tiempo trabaja las certezas

y el viento el cuerpo de las nubes.

La poesía como arena

que va limando el desaliento,

el amor igual que el agua

que los dedos no sujetan.

Ganas de decir

y celebrar el don de lo vivido

partiéndome por repartir

amando hasta el desquerer

latiendo a contralatido.

Los olvidados de los olvidados

Hay un mundo en que los cuerdos

duermen solos en la calle

tienen barbas con piojos

beben lluvia, comen mondas

y desprenden el aroma

del olvido de los locos.

Hay un mundo en que los cuerdos

llevan un bebé en los ojos

mean en la tierra yerma

callan cuando les preguntan

y se clavan como abrojos

en la piel de la miseria.

Por eso hay locos que sujetan

a sus cuerdos muchos años

con cadenas a los troncos

o los meten en cuartuchos

sin ventanas para aislar

tanta cordura contagiosa.

Otros locos, sin embargo,

se deshacen de sus cuerdos

y los llevan a lugares

donde un loco de remate

asegura que exorciza

sus demonios con ayuno

con plegarias, con palizas.

Hay países donde locos ilustrados

han probado que los cuerdos trepanados

ya no gritan, ya no lloran

ya no actúan a destiempo

y son cuerdos sin recuerdos

de que un día fueron locos.

Los cuerdos dicen que no están cuerdos

los locos que ellos deciden eso

y los cuerderos ponen camisas

y los psiquiatras ponen su empeño

en hacer tesis con los factores

que contribuyen a encuerdecernos.

Pero hay un cuerdo en todos nosotros

y quizá un loco en todos los cuerdos

y un mismo miedo que nos arrolla.

Y, poco a poco, mi loco teme

volverse cuerdo. Y, poco a poco,

mi cuerdo empieza a volverse loco.